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La ‘profe’ Andrea Forero, una vida marcada por el cine

La protagonista de la película mira de manera profunda el horizonte y encuentra dentro de sí lo que estuvo buscando durante toda la historia. Andrea ve la escena y se conmueve, siente que no solamente es un filme, es un espejo.

Cuando salimos de la sala de proyecciones, la ‘profe’ me habla de la importancia del arte en la enseñanza: “El mundo del Derecho es más que la norma, se puede estudiar desde el cine, la literatura o la música. Más que a memorizar, es necesario aprender a interpretar”, afirma.

“Si quieres aprender Derecho Penal, lee a Dostoyevsky, Derecho Civil, lee a Balzac”, me dice con una sonrisa, recordando una entrevista que le hicieron al escritor mexicano Carlos Fuentes hace muchos años.

Después de unos minutos, la película que acabamos de ver, se convierte en una excusa para hablar de su vida.

De niña quería ser antropóloga, aunque no sabía con claridad de qué trataba ese oficio, se imaginaba viajando y conociendo culturas por diferentes continentes. Aunque tenía muñecas, sus verdaderos compañeros de infancia fueron los libros, esas puertas a otros mundos que encontraba en los anaqueles de la inmensa biblioteca de su casa.

Hija de un matrimonio boyacense, Andrea creció en una familia en donde la cultura y el folclor hacían parte de la cotidianidad, las tardes de los sábados y domingos, estaban acompañadas de tangos, boleros y música clásica.

La tímida y fría ciudad de Tunja fue el lugar en el que se rodaron las primeras escenas de su vida. Del colegio recuerda el amor por la literatura y la escritura que le inculcó su profesora de español. Aún tiene en la memoria intercambiar ejercicios de matemáticas por ensayos, como una manera de esquivar los números que no le gustaban.

En su adolescencia, el Rock argentino, las canciones de Serrat y de Sabina, los libros del novelista estadounidense John Steinbeck y su curiosidad por el mundo, la llevaron a pensar en estudiar Filosofía y Letras, pero el camino que tomó fue otro.

En la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia estudió Derecho, una institución pública en la que aprendió a conocer otra cara del país. Recuerda, de manera especial, ‘Los viernes de CineClub’, el espacio estudiantil para compartir con otros compañeros su pasión por el séptimo arte.

Cuando había cursado algunos semestres entró en crisis con su carrera, el Derecho le parecía muy rígido, pensó en retirarse. Sin embargo, como siempre o casi siempre, encontró en el arte la respuesta, supo humanizar la profesión observándola a través de la pintura, la poesía o las novelas.

Después de obtener su título como abogada, empezó a trabajar en calidad de docente e investigadora en la Facultad de Derecho, Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales de la Fundación Universitaria Los Libertadores, una institución que ha sido su casa por más diez años.

 

La ‘profe’ es estricta con sus estudiantes, asegura que la exigencia es necesaria para salir de la obviedad y profundizar en el conocimiento. Asimismo, se esfuerza para construir clases innovadoras con mucha pedagogía.

En un primer acercamiento, Andrea se ve seria, un poco fría, se necesita conocerla y compartir, para darse cuenta de que tiene un carácter jovial y divertido, además, detrás de su aparente formalidad, existe una persona comprensiva y profundamente humana.  

Esta mujer, amante el cine, enfrenta desde hace meses, uno de los momentos más difíciles de la película de su vida; una terrible enfermedad que por momentos diezma sus ánimos. Sin embargo, el apoyo recibido por parte de familiares, compañeros y amigos, ha nutrido su fuerza interior a tal punto que asegura: “Esta es una prueba más para seguir y trascender”.

Asimismo, la experiencia le ha permitido sanar relaciones y agradecer lo positivo, sus palabras, fuera de todo pronóstico, resultan valientes y esperanzadoras: “La enfermedad aparece para soñar y continuar, siempre se debe dar gracias”, dice.

Antes de terminar la conversación, puedo ver la mirada de ilusión de la ‘profe’ Andrea, ella es la protagonista de su propia historia y la mejor parte, esa en la que el personaje principal reta al destino y triunfa a pesar de los obstáculos, aún está por venir.

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